A pesar de la proscripción, los fusilamientos y los desaparecidos, el justicialismo sigue siendo el movimiento popular más grande y representativo de los intereses del pueblo argentino.

Hace 70 años, el 16 de septiembre de 1955, aquellos que ambicionaban un país para pocos y dependiente de los grandes imperios mundiales, dieron un golpe de Estado al gobierno constitucional de Juan Domingo Perón. La autodenominada “Revolución Libertadora”, no sólo prohibió y sancionó con la ley Marcial toda referencia a Perón y Evita, sino que impuso la receta de miseria de siempre: desregulación de la economía, destrucción de la industria nacional, privatización, represión, pérdida de derechos, incluso llegaron a suprimir los derechos referidos a la justicia social, que gracias al accionar de Crisólogo Larralde pudieron conservarse y quedar establecidos en el art. 14 bis vigente, tras la escandalosa convención constituyente de 1957.

Frente a este contexto, el Movimiento Obrero tuvo que reorganizarse para defender las conquistas.

Es una “fija” que cada vez que gobiernan los sectores reaccionarios, se aplican las mismas medidas y se viven los mismos padecimientos, con la diferencia que en esos tiempos tomaban por asalto la conducción del país, hoy llegan por el voto de la misma gente a la que ajustan.

La resistencia peronista, entonces, se organizó y pasó a la acción. La respuesta fueron los fusilamientos, pero esa Argentina bucólica que anhelaba el régimen y sus socios de la oligarquía había quedado sepultada desde el 17 de octubre del 45.

Después del golpe, Luz y Fuerza de Córdoba supo sortear con agudeza el proceso de depuración y disciplinamiento del régimen. En una jugada para evitar la intervención y la inhabilitación a la que fueron sometidos otros sindicatos, renunciaron todos los integrantes de la comisión directiva del sindicato conducido por Cristóbal Sierra (que poco después falleció), del Cuerpo General de Delegados y Tribunal Paritario y se eligió una comisión provisoria encargada de autodesignar un interventor gremial.

Esta transición finalizó en diciembre de 1956, cuando Agustín Tosco ganó las elecciones encabezando una lista pluralista.