Montesquieu definió a la peor tiranía como la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la Justicia. Una semblanza que caracterizó el período del último proceso militar en el que la protesta obrera no sólo estaba proscripta, sino que significaba una sentencia.
En 1978 había surgido el Movimiento Sindical Peronista (MSP), que dio mayor impulso y respuesta a los reclamos de las bases. Este frente eligió el camino de la lucha contra el modelo económico del régimen que había llevado a la destrucción de la industria nacional, a la pulverización del poder adquisitivo del salario, al deterioro de la legislación laboral y la persecución criminal de delegados y dirigentes sindicales.
Tras el golpe del 24 de marzo de 1976, la dictadura había instaurado un despiadado esquema de ataque contra el Movimiento Obrero y los derechos laborales. El salario real cayó abruptamente, la CGT fue intervenida, se disolvió las 62 Organizaciones Peronistas, los principales dirigentes fueron perseguidos, encarcelados y/o asesinados, desaparecieron miles de delegados y activistas, entre otras medidas abominables. En ese contexto, se pasó a la resistencia.
Recordemos que el Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba estaba intervenido desde el 9 de octubre de 1974 y nuestros dirigentes pasaron a la clandestinidad y fueron desaparecidos.
El Movimiento Obrero nacional fue adoptando posiciones dispares frente a la dictadura. Algunos sectores se reorganizaron y unieron fuerzas mientras iban recargando sus energías. En un mitin peronista, el recordado Saúl Ubaldini leyó un fuerte comunicado con una serie de reclamos como la libertad de los presos gremiales y políticos, mejores condiciones laborales, la vuelta a la democracia y rechazaban la reducción salarial para que los monopolios se instalaran y produjeran a bajo costo para el mercado externo.
La intervención de la CGT llamó a Ubaldini para “apercibirlo” severamente. Sin embargo, el 21 de abril la Comisión Nacional de los 25 Gremios Peronistas decidió convocar a una jornada nacional de protesta para el día 27. El Gobierno reaccionó rápidamente e intimó a los dirigentes a comparecer ante la Dirección Nacional de Relaciones Laborales. Al ser indagados sobre sus vínculos con la Comisión de los 25 y advertidos de las consecuencias de participar de una huelga no autorizada, ninguno respondió. Por eso, algunos fueron detenidos de a uno a la salida del ministerio y otros, con posterioridad. Además de Ubaldini, diecisiete dirigentes más fueron trasladados primero al Departamento de Policía y luego a la cárcel de Caseros.
El día 24, el Comité de Huelga ratificó el paro y sumaron otro reclamo: la libertad de los sindicalistas detenidos. Las consignas de la protesta eran numerosas, entre ellas el retorno a la vida democrática, la normalización de organizaciones sindicales, recomposición de los salarios, plena vigencia de la ley 14.250 de Convenciones Colectivas de Trabajo, no aplicación de la reforma de la ley de Asociaciones Profesionales y de Obras Sociales.
En aquella histórica jornada, miles de trabajadores desafiaron a la maquinaria represiva y llevaron adelante el primer paro nacional.
La resistencia logró la liberación de los dirigentes detenidos y un aumento de salarios que tuvo impacto a nivel internacional y causó un resquebrajamiento en la relación de la Junta Militar con los sectores que lo apoyaban.
Luz y Fuerza acató el paro
También la militancia sindical de Córdoba se expresó aquel 27 de abril. Por supuesto, Luz y Fuerza fue coherente con su línea combativa y se sumó al paro. La denominada “Mesa de los 6” (designada en un plenario en mayo de 1977), ofició de enlace con los demás sindicatos para resolver el acatamiento a la medida que fue convocada a través de un documento publicado el 26 de abril en los medios gráficos, radiales y televisivos.
Los dirigentes sindicales que suscribieron el documento fueron detenidos y procesados por violación a la ley de facto 21.400, que suprimía cualquier medida de acción directa concertada por las organizaciones gremiales.